jueves, 8 de enero de 2009

Lectura Salmo 1: 1-6.
Por Vladimir Orellana Cárcamo
Domingo 28 de septiembre, 2008.

Nadie ignora que vivimos días de tensión y frenetismo. Pareciera que los salvadoreños actuamos conforme a la “filosofía de la hormiga”: nos esforzamos ansiosamente por conseguir el alimento diario ( lo cual es justificable); sin embargo, muy poco tiempo invertimos para la meditación espiritual. El salmo 1, declara con luz meridiana, los beneficios que se obtienen al meditar en las verdades eternas del Altísimo. Analicemos lo que el autor sagrado nos comunica al respecto.

El salmo inicia declarando: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejos de malos…” ( v.1) ni mucho menos transitó en caminos de pecadores, sino por el contrario “…en la ley de Jehová está su delicia y en su ley medita de día y de noche” (v.2). Meditar en la palabra divina debe representar una “delicia”, un manjar exquisito para el alma. Pero ¿Qué significa meditar?. El verbo meditar, en hebreo, se refiere a una lectura en voz baja paro audible. En tanto el Diccionario de la Lengua Española,(Tomo II, pág.1479, 2001) define el vocablo meditar como una actividad cuyo propósito es: “Aplicar con profunda atención el pensamiento a la consideración de algo…(asimismo implica) reflexionar en silencio” . Con base a lo antes expuesto, diremos que meditar significa acercarnos al texto sagrado con una mente y un corazón dispuestos a oír la voz del Omnipotente.

Volviendo a los primeros versículos del salmo 1, su autor, da a conocer los réditos obtenidos al meditar en la “Ley de Jehová”. Por consiguiente, la persona que dedica tiempo para estudiar y escudriñar las Sagradas Escrituras “Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas” (v. 3) A la persona que le gusta meditar se le compara con un “árbol plantado junto a corrientes de agua” lo anterior implica que dicha persona siempre mantendrá una frescura espiritual en medio de las horas cargadas de afanes y ansiedades. Sus palabras serán confortantes y estimuladoras.

Por otra parte, el creyente que medita en las revelaciones del Todopoderoso, “….da su fruto en su tiempo y su hoja no cae” (v.3) El salmista pretende comunicarnos que el acto de reflexionar le permite a la persona que lo hace, cosechar en el tiempo apropiado lo que ha sembrado. Así por ejemplo, le permite ejercer un ministerio cristiano durante los años en los cuales posee la fuerza necesaria. También reflexionar en las palabras inspiradas por Dios permite que nuestros ideales, sueños y anhelos, se mantengan arraigados en nuestra mente y corazón.

Asimismo, el salmista atribuye otro beneficio para el hombre o mujer que halla deleite y gozo en la meditación de las sublimes enseñanzas de Dios. Leamos lo que al respecto dice: “….y todo lo que hace prosperará” (v.3). ¡Qué confortante la anterior promesa! Hagamos, pues, de la meditación un ejercicio espiritual diario, el cual es tan importante como la oración. Al meditar, le permitimos al Señor que hable a nuestro corazón y por ende, Él nos revela su sabiduría inigualable. Propiciemos tiempo para reflexionar en las grandes promesas de Dios, como también en nuestra actitud con relación a sus preceptos.

Estimados hermanos, siempre debe haber tiempo para reflexionar en las Sagradas Escrituras. Es menester meditar al inicio de un nuevo día, como también al finalizar los afanes cotidianos. Al llegar a casa ¡cuán gratificante resulta abrir las páginas de la Biblia y leer sus palabras que nos fortalecen en el cansancio y libran de angustia nuestra alma. Con justa razón el salmista David recomienda: “Meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama, y callad” (Salmo 4: 4) Es de vital importancia callar en nuestro “razonamiento humano” para que Jehová nos hable con su voz sabia. Sólo de esa manera exclamaremos como el poeta bíblico :“¡Oh, cuánto amo yo tú ley! Todo el día es ella mi meditación” (Salmo 119: 97).